Como consecuencia del uso extendido de las Redes
Sociales ha aparecido el término de IDENTIDAD
DIGITAL. Este concepto hace referencia a lo que cada persona es en Internet
y en las Redes Sociales, y debemos cuidarla con las mismas precauciones que
tenemos con nuestra imagen en el resto de ámbitos de nuestra vida. Para ello se
hace necesaria una mínima formación, con el fin de evitar correr el riesgo de
dañarla.
Un ejemplo clarificador. Perder el trabajo como
consecuencia de haber colgado en mi muro de Facebook una foto de una noche de
sábado y que mi jefe la haya podido ver, haciendo que esa imagen se convierta
en la gota que le faltaba para decidirse a no renovarme el contrato.
Otro ejemplo. Compartir la contraseña de mi cuenta de Facebook
con mi pareja como supuesta «prueba de
amor» es, en la mayoría de los casos por desgracia, subir un peldaño de una escalera[1] que no
controlamos hacia donde nos acabará llevando, pero seguro que no va a ser nada
agradable.
Ambas situaciones las he conocido indirectamente y otras
muchas más, por desgracia. Cuántos casos hay de ciberacoso a adolescentes, cuántos
de usuarios engañados o estafados por Internet, cuánto contenido violento compartido
en la red y visionado sin control. Tenemos que ser conscientes de que todo,
absolutamente todo, entra en nuestras casas y sin necesidad de una llave. Solo
con un ordenador no controlado, un móvil sin supervisión, pero siempre por un
mal uso de esta maravillosa y enriquecedora Tecnología de la Información y la
Comunicación.
[1] Tomo prestada la
metáfora de Carmen Ruíz Repullo Licenciada en Ciencias Políticas y
Sociología por la Universidad de Granada. Experta en violencia de género en la
adolescencia, tema de su tesis doctoral: «Los andamios del amor y la sexualidad en
las arquitecturas de la intimidad adolescente».)